Era solo cuestión de tiempo que la serie de Star Trek de Marvel tratara uno de los conceptos más fascinantes de la ciencia-ficción en general y de la franquicia trekkie en particular: las paradojas temporales.
Los viajes en el tiempo son un tema clásico desde que pioneros del género como el español Enrique Gaspar y Rimbau, con su novela “El anacronópete” (1887; aquí se puede leer completa y gratuitamente), o el más conocido H. G. Wells, con su novela “The Time Machine” (“La Máquina del Tiempo”, 1895), empezaran a explorar las posibilidades narrativas de hacer viajar al ser humano a través de la corriente temporal, hacia el pasado o hacia el futuro.
Ya sea en la serie clásica de televisión, con episodios como “The City on the Edge of Forever” (“La Ciudad al Borde de la Eternidad”, 1967)...
… en las películas ochenteras de la saga, con “Star Trek IV. The Voyage Home” (“Star Trek IV. Misión: Salvar la Tierra”, Leonard Nimoy, 1986)...
... o en el relanzamiento de la franquicia en el siglo XXI con “Star Trek XI” (J. J. Abrams, 2009, muy oportunamente subtitulada “The Future Begins”), los escritores y guionistas trekkers han jugado en múltiples ocasiones con las consecuencias dramáticas de los viajes temporales.
El número siete de la serie, titulado “Tomorrow or yesterday” y con fecha de portada de octubre de 1980, fue escrito por el experimentado Tom DeFalco, dibujado por el poco conocido Mike Nasser y entintado por Klaus Janson, que con sus tintas mantiene a lo largo de la serie una cierta coherencia estética a pesar de los cambios de dibujantes.
El arranque de la historia recuerda en cierta forma a la película de John Huston “The Man Who Would Be King” (“El Hombre Que Pudo Reinar”, 1975), puesto que en la película el personaje interpretado por Sean Connery es señalado por unos monjes como el sucesor de los antiguos reyes a causa de un colgante con el emblema de la masonería, mientras que en el cómic nuestros héroes Kirk, Spock y McCoy son tomados igualmente como los elegidos de una antigua profecía, enviados para salvar a los habitantes del planeta Andrea IV de una nube de radiación vega, toda vez que en la ciudadela de los nativos encuentran ¡unas estatuas similares a nuestros protagonistas!
Una situación un poco forzada, para que negarlo, que permitirá al guionista desarrollar una intriga al estilo clásico de la saga, con extravagantes extraterrestres y misterios temporales por resolver.
¿Cuál será el próximo viaje temporal de los tripulantes del Enterprise? Lo sabremos tarde o temprano, es solo cuestión de tiempo.